jueves, 1 de julio de 2010

Fragancia de oscuridad - Primer capítulo

Capítulo 1

-¡Pasa el vodka! Quiero hacer un brindis -los chicos Wilder gritaron, pero Konstantine Wilder, descendiente de una larga línea de guerreros, no sería disuadido por las malas maneras de su prole de dudosa reputación.
Ellos refunfuñarían y sus invitados deberían sonreír, pero todo el mundo de la pequeña ciudad de montaña de Blythe, Washington, esperaba que él diera un discurso durante una de las celebraciones de la familia Wilder. Sus palabras eran tan parte de sus ocasiones especiales como las mesas de picnic repletas de manjares como kasha y tabaka, y otros americanos como los perritos calientes y mazorcas de maíz, como la música rusa y el baile, como las partidas de póker, como la buena compañía.
Él no los defraudaría.
Andando a zancadas ante la llameante fogata, ocupó su lugar como centro de atención. Su voz irrumpió a través del grupo de invitados.
-Mi mujer y yo huimos de la madre Rusia con los demonios del infierno tras nuestros talones. Vinimos a esta tierra de leche y miel -movió sus manos para abarcar la larga extensión de su valle-. Y aquí hemos prosperado. Cultivamos uvas, las mejores de Washington. Tenemos nuestro propio jardín. Nuestra propia cabra. Nuestras propias gallinas. Más importante, criamos a nuestros hijos.
La gente de Blythe se removió en sus asientos para sonreír a sus hijos, manteniéndose juntos como tres corderos para el sacrificio.
-Jasha ha crecido fuerte, alto y apuesto, como yo -como Konstantine más de lo que ninguna de esas gentes pudiera imaginar o entender. Un lobo-. Él tiene-¡es el cabecilla!-su propia compañía de vinos en Napa, California, y usa las uvas de su padre para hacer buen vivo -Konstantine elevó una botella de la mesa y la enseñó a todos la etiqueta-. Él es elegante. Es adinerado. Es el mayor, mi hijo primogénito, aún así, a la edad de treinta y cuatro…
-Aquí viene -dijo Jasha por la comisura de sus labios.
-No le tiene respeto a su padre, cuyo oído es excelente.
-Lo siento, papá -sin embargo, Jasha plantó sus pies a la altura de sus hombros en el suelo y cruzó sus brazos sobre su pecho.
Konstantine no estaba impresionado por la disculpa o la postura. Vio el destello rojo en lo más profundo de los ojos dorados de Jasha.
-Aun así, a su edad de treinta y cuatro, está soltero.
Rurik codeó a Jasha lo suficientemente fuerte como para zarandearlo de lado.
-Me parte el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes señoritas, consentiría casarse con él. La semana que viene, hablad conmigo. Haremos los arreglos -Konstantine asintió, satisfecho al tachar un elemento de su lista mental.
Casar a mi hijo mayor.
Precedió con su siguiente víctima.
-Rurik es un aventurero.
-Un arqueólogo, papá -dijo Rurik.
-Arqueólogo, aventurero-veo las películas de Indiana Jones. Son lo mismo -Konstantine descartó las objeciones de Rurik con un gesto de su recia mano-. Rurik es listo, muy listo, con muchos grados sutiles. También es apuesto, como su padre.
Los ojos de Rurik, del color del brandy, su suave pelo marrón, y sus perfectos músculos lo hacían una presa para las señoritas. Incluso su padre podría decirlo.
-No es tan rico como su hermano. Aún así cuando yo muera, recibirá su parte de mi tierra aquí en la preciosa Cordillera de las Cascadas, así que tendrá dinero para el matrimonio. Menciono esto porque aún, a la edad de treinta y tres…
Con un sonoro puñetazo, Jasha golpeó a Rurik en el hombro.
-…él está soltero. Me rompe el corazón. Quizás alguna de vosotras, jóvenes señoritas consentiría casarse con él. La semana que viene hablad conmigo. Haremos los arreglos.
Los hombres de Blythe se reían, pero las mujeres estaban evaluando a sus hijos. Cierto, Blythe era un pequeño pueblo de sólo 250 personas incluyendo las granjas de la periferia, así que algunas mujeres eran muy jóvenes y otras habían pasado la edad fértil, y no pocas tenían piernas como troncos de árboles y la piel como la corteza. Pero los chicos ya habían estado fuera, por el vasto mundo, por más de diez años y ni siquiera habían traído a casa una esposa, y situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
Konstantine quería mecer a un nieto antes de morir.
Si todo hubiera resultado tal y como Zorana y él planearon treinta y cinco años atrás, cuando vinieron a ese país, él podría hablar ahora de Adrik…
Sus invitados se callaron mientras esperaban, viendo su pena, respetando su angustia.
Adrik estaba perdido para ellos. Perdido en el pecado de su propia alma. Perdido en el aliciente del pacto.
Konstantine dio un largo y tembloroso respiro. Cuadró sus hombros, y expulsó con firmeza el dolor en su pecho. Con una ancha sonrisa, hizo un ademán hacia Firebird.
-Y finalmente, tenemos a nuestra propia hija. Hoy celebramos, no sólo el Día de la Independencia de los Estados Unidos, sino el vigésimo primer cumpleaños de Firebird.
Incluso después de todos esos años, no podía creérselo. Por cientos de años, nadie en su familia había engendrado a una hija. Sin embargo, él sí. Su propia niña, su bebé, su milagro.
El amor y la gratitud afloraron en su pecho con tanta fuerza, que apenas podía hablar mientras la miraba, tan bonita, con el pelo rubio que ella insistió en cortar en una poco femenina medida, y ojos azules tan brillantes y decididos. Siempre decidida, su hija. Decidida al dar sus primeros pasos tras sus hermanos, decidida al entrenarse en su gimnasio, decidida al caminar otra vez después de que las irregulares barras se rompieran, finalizando sus sueños.
Aunque aquella noche sus ojos no estaban tan brillantes.
Había crecido durante su último año de preparación en la universidad. Ahora era una mujer, con sus silencios y misterios de mujer.
¿Cómo había ocurrido?
-Mi Firebird, ella es preciosa, y más inteligente que sus hermanos.
Ambos golpearon los hombros de Firebird, pero dulcemente. Sus hermanos siempre eran tiernos con Firebird.
-Consiguió becas para cuatro universidades -Konstantine alzó cuatro dedos para enfatizarlo-. Fue a Brown, una escuela de mucho prestigio, y finalizó en sólo tres años con un graduado en programación de software y otro en japonés -golpeó su pecho con orgullo-. Ahora, os preguntaréis: ¿qué tiene de bueno tanta educación en una mujer?
Su audiencia volvió a reír.
-No lo sé. ¿Qué hombre quiere una mujer más inteligente que él? -inquirió.
-Ahora es lo que todo hombre tiene -dijo Zorana.

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