jueves, 1 de julio de 2010

Un mordisco para recordar - Primer capítulo

Primer Capítulo

-¿Vincent? ¿Estás ahí? ¡Si estás ahí coge el maldito teléfono!
Vincent Argeneau obligó a sus párpados abrirse y miró fijamente la oscuridad del cuarto.
-¿Vincent?
-¿Sí? -incorporándose, echó un vistazo a su alrededor para hallar al dueño de esa voz, la cual provenía del contestador automático del escritorio. Sacudiendo la cabeza, Vincent consiguió ponerse de pie y tropezó atravesando el cuarto. Arrebató el teléfono inalámbrico y, dejándose caer en la silla del escritorio, gruñó-: ¿Bastien?
-¿Vincent? Siento despertarte. Esperé tan tarde como me fue posible antes de llamar.
Vincent gruñó y se declinó hacia atrás en la silla, pasando una mano a través de su rostro.
-¿Qué hora es?
-Las cinco de la tarde aquí en Nueva York. Supongo que deben ser cerca de las dos allí en Los Ángeles -dijo Bastien apológicamente.
-Las dos -murmuró Vincent. No maravillado, sino agotado. Había estado levantado hasta las nueve de la mañana ocupándose de las llamadas telefónicas y luego había acomodado las cortinas para que no entrara la luz en su habitación en la que se encontraba un sofá que usaba en vez de una cama. Lo último que quería era la llamada del señorito Bastien.
-¿Estás despierto?
--Vincent restregó su cara otra vez para luego encender la lámpara de su escritorio. Cuando la luz creció, dijo-: Estoy despierto. ¿Fuiste capaz de encontrar la compañía de ese detective privado que dijiste que era tan bueno?
-Ése es el motivo por el que no podía llamarte más tarde que esto. Ellos están en camino. De hecho, su avión estaba programado para aterrizar en LAX hace quince minutos.
-¡Jesús! -Vincent se sentó abruptamente-. Eso es rápido.
-Jackie no pierde el tiempo. Le expliqué la situación y ella reservó un vuelo enseguida. Afortunadamente para ti, ha acabado un importante trabajo para mí y delegó todo lo que tenía en la agenda.
-Wow -murmuró Vincent, pero frunció el ceño cuando se dio cuenta de lo que Bastien había dicho.
-¿Ella? ¿El detective es una mujer?
-Sí, y es buena. Es realmente buena. Rastreará a tu saboteador y tendrá el asunto aclarado en un santiamén.
-Si tú lo dices... -dijo Vincent lentamente-. Gracias, Bastien. Aprecio esto.
-No hay problema. Estoy feliz de ayudar.
Vincent abrió la boca para hablar pero se silenció cuando escuchó de fondo la sofocada voz de una mujer. Entonces comenzó a hacer muecas.
-¿Esa es Terri?
-Sí. Ella dice que te diga hola y que te advierta que... -se detuvo brevemente para despejar su garganta-. Errr... Mamá también está en camino hacia allí.
-¿Qué? -Vincent se enderezó precipitadamente. Las noticias eran algo impactantes. Tía Margarite no había visitado su casa en décadas. Generalmente, era él quien la visitaba en Canadá. Ella había elegido la peor época posible para visitar la muy asoleada California-. ¿Por qué?
-Errr... eso es algo realmente divertido -dijo Bastien, dejando escapar una risita nerviosa-. Al parecer, ha llegado a la conclusión de que estás muy solitario y depresivo.
-¡Qué! -bramó Vincent al teléfono.
-Sí. Ella piensa que deberías estar aquí en Nueva York y sostiene que lo que Terri y yo tenemos juntos, al igual que mis hermanos con sus compañeros, puede estar trastornándote porque estás solo y todo eso. Parece pensar que necesitas levantar esos ánimos y cree que ayudará que examine la situación más de cerca.
-Dios querido... -murmuró Vincent, enterrando la mano en su cabello.
-Sí, pensé que te sentirías así -comentó Bastien con simpatía-. Traté de disuadirla para que no fuera, pero... tú sabes cómo es mi madre cuando algo se le mete en la cabeza.
-Dios querido... -repitió.
-Salió en el vuelo tardío -informó Bastien-. No llegará hasta las seis, y ya ha arreglado el alquiler de su coche, así que no tendrás que recogerla.
-¿Sabe lo que está sucediendo aquí?
-No -respondió Bastien-. Y, a menos que tú quieras que interfiera, te sugiero que no se lo digas.
Vincent largó una risita. Decir que interferiría era una subestimación. Si Margarite Argeneau supiera que alguien estaba saboteando el negocio de su sobrino, se determinaría ella misma a rastrearlos y ponerlos en su lugar. Era muy sobreprotectora con quienes amaba y él era muy afortunado por encontrarse en esa categoría.
-Dios querido -dijo disgustado.
-Sólo asígnale una habitación de invitados, dale unos folletos turísticos y déjala entretenerse sola -sugirió Bastien-. Se aburrirá y, eventualmente, se irá.
Vincent hizo una mueca, pensando que eso era demasiado fácil. Nunca nada era demasiado fácil.
-Estoy suponiendo que tampoco tenía que recoger a esta Jackie y... -se detuvo brevemente, intentando recordar el segundo nombre que Bastien había mencionado.
-Tiny -completó Bastien-. No, ellos también tienen uno alquilado. Sino, habrían llamado hace mucho.
-De acuerdo.
Vincent suspiró.
-Deduzco que tienes media hora antes de que lleguen ahí. Imaginé que era el tiempo necesario para que estuvieras listo.
--convino Vincent.
-Bien. Te dejaré para que te despiertes como es debido antes de recibirlos.
-Sí. De acuerdo. Hey, dile a Terri... -se detuvo instantáneamente y echó un vistazo al vestíbulo al oír un golpe en la puerta principal. Frunció el ceño y se dirigió fuera de la oficina, llevándose el teléfono con él-. Espera. Hay alguien en la puerta.
-Eso es, probablemente, el paquete que envié para mamá -dijo Bastien-. Si lo es, tendrás que ponerlo en el refrigerador enseguida.
-Debe ser agradable tener tus comidas preparadas y el delivery a tu disposición -comentó secamente mientras atravesaba el pasillo.
-Dejaremos eso para más adelante, primo -dijo Bastien tranquilamente, y Vincent sintió una punzada de culpabilidad por su ironía. Bastien había ordenado a sus científicos trabajar en la cura para su problema durante años. Si aún no la había, no estaba de más seguir intentándolo.
-¿Es la sangre? -inquirió su primo, mientras él abría la puerta principal.
-Umm... no -respondió. Su mirada estaba fija en el par que estaba en el escalón de mármol delante suyo.
Vincent nunca había visto a una pareja tan... dispareja.
La mujer era rubia, el hombre era moreno. Ella era extremadamente pequeña y curvilínea, mientras que él era un enorme mamotreto bien erguido sobre sus seis pies de altura. La mujer estaba vestida con un traje negro de negocios con una delicada blusa blanca y él con unos sencillos pantalones de algodón y un jersey claro. Ambos podrían ser considerados como material de estudio en lo que a contrastes se refería.
-¿Vincent Argeneau? -preguntó la mujer.
Cuando asintió, ella extendió su mano.
-Soy Jackie Morrisey y él es Tiny McGray. Asumo que Bastien le ha contado sobre nosotros.
Vincent miró fijamente su mano pero, antes de tomarla, cerró la puerta y volvió a poner el teléfono en su oído.
-¡Bastien, es una mortal!
-¿Le acabas de cerrar la puerta en la cara a Jackie? -indagó Bastien con la voz llena de asombro-. Acabo de escuchar el golpe, Vincent. ¡Jesus! No seas tan malditamente grosero.
-¡Hoooolaaaa! -dijo impacientemente-. Es una mortal. Ya era suficientemente malo que fuera una mujer, Bastien. Necesito a alguien que sepa sobre nuestra situación especial para ocuparse de este problema. Ella...
-Jackie lo sabe -interrumpió Bastien en tono seco-. ¿Pensaste que te mandaría a un insignificante mortal? Tenme un poco de fe -un suspiro le llegó a través del teléfono-. Mira, su padre comenzó con la agencia de detectives Morrisey e hizo muchos trabajos para nosotros. Ella ha sabido de nuestra existencia desde que era una adolescente y siempre ha guardado el secreto. Jackie dirigió la compañía desde que su padre murió. Somos sumamente amables en las remuneraciones, pero es la mejor en el negocio. Así que ahora abre la bendita puerta a la mujer.
-Pero ella es una simple mortal y...una chica -volvió a señalar Vincent, no muy feliz con la situación.
-Voy a colgar, Vincent -y colgó.
Vincent frunció el ceño al teléfono y estuvo a punto de volver a marcar, pero pensándolo mejor, se dio la vuelta hacia la puerta. Necesitó recordar al saboteador que quería arruinarlo. De acuerdo, les daría a la señorita Morrisey y a su gigante una oportunidad. Si ellos arreglaban el lío, bien por él. Sino, podría echárselo en cara a Bastien por siglos.
Sonriendo ante la idea, Vincent alcanzó el picaporte.


-¡Joder, hombre! -Jackie frunció el ceño hacia la puerta que acababa de cerrarse de golpe en su cara. Con lo agotador que había sido el vuelo, ese recibimiento era lo que ella menos había esperado. Sobre todo, cuando habían volado únicamente para ayudar a Vincent Argeneau.
-No es la bienvenida más cálida que hemos tenido -acordó Tiny. Su voz era tan profunda y poderosa como el desplazamiento de una montaña.
Jackie resopló ante la obviedad. Entonces le lanzó una mirada curiosa cuando el gigante se movió hacia un lado de la entrada de mármol, inclinándose debajo del pórtico de la mansión de dos pisos. Levantó una ceja a modo de pregunta cuando lo vio espiar fijamente una de las estrechas ventanas que se encontraban a un lado de la entrada, pero en un segundo fue distraída por los murmullos que se escuchaban amortiguados al otro lado de la oscura puerta de roble.
Frunciendo el entrecejo, Jackie se inclinó hacia delante y apoyó una oreja en la madera, tratando de oír lo que Vincent Argeneau decía. Sus ojos se estrecharon con irritación cuando la protesta de que ella era una mortal y, además, una chica, llegó hasta sus oídos.
La puerta se abrió tan repentinamente como se había cerrado, y Jackie se enderezó precipitadamente. El rubor cubrió su rostro al ser cogida in fraganti con el oído pegado en la puerta, y eso la enfadó aún más. La puso a la defensiva.
Antes de que él pudiera decir una palabra, ella escupió toda la información que había estudiado de los archivos en el avión:
-Naciste en 1592, hijo de Victor y Marion Argeneau, ambos vampiros, o inmortales, como tú prefieras llamarlos. Marion era una buena amiga de su cuñada, Margarite Argeneau y tú, de hecho, naciste dos meses después que su hijo, Bastien. Los dos pasaron mucho tiempo juntos mientras crecían y eran tan cercanos como hermanos. Tu madre murió en 1695 quemada con una estaca mientras estaba embarazada del que habría sido tu hermano. Tu padre ha estado recluido desde entonces, pasando su tiempo actuando como un guardián del consejo. Por lo cual, lo ves muy poco.
Tomó una bocanada de aire antes de continuar:
-Decidiste convertirte en actor cuando conociste a Shakespeare a los diez años. Has viajado mucho por el mundo, sin permanecer en un lugar por más de diez años antes de moverte a través del mundo para comenzar nuevamente. Estuviste en California ocho años, diez años en Inglaterra antes que eso y, mucho antes, en Rusia, España y Francia. Tienes acciones en las empresas Argeneau pero también posees una propia, V. A. Inc., la cual se expandió en varias raíces. Una de ellas, es tu propia compañía que, actualmente, no está produciendo nada debido a los serios eventos de sabotaje que te han forzado a cortar y cerrar todos y cada uno de los proyectos de producción.
Jackie se quedó en silencio y observó con gran satisfacción todo detalle expresado en el rostro de Vincent Argeneau. Él parecía contrariado. Eso le serviría de lección. Ella estaba ahí sólo como un favor hacia Bastien.
Tenía otros casos en los cuales trabajar, ¿pero ese sujeto lo tenía en consideración? ¿Huh?
No, por supuesto que no. Él sólo le estampó la puerta en su cara para lloriquearle a Bastien que era una bendita mortal y una chica. Jackie estaba acostumbrada a que la gente la juzgara por su sexo y su tamaño. Eso la molestaba a veces pero, por lo general, podía tratar con ello. Sin embargo, que la maldijeran si fuera a tolerar esos endemoniados perjuicios para con ella y su especie. Era una humana, y, malditos sea, muy orgullosa de serlo. Algunos de estos "alimentadores nocturnos" eran unos absurdos engreídos en su opinión. Dormían todo el día, bebían sangre empaquetada por las noches y, después, actuaban de lo más superiores porque era imposible que pescaran un resfriado y tenían una salud perfecta.
Ese pensamiento le recordó a Jackie un punto que había pasado por alto.
-Heredaste la disposición genética de tu padre que no permite que te alimentes de sangre empaquetada como el resto de tu especie. Si siguieras una dieta alimentándote con bolsas de sangre, pasarías hambre hasta la muerte. Estás forzado a cazar tu alimento y tomarlo de donantes vivos -ella arqueó sus cejas y añadió-: Tiny y yo no estamos en el menú. Si muerdes a alguno de nosotros, tomaremos el próximo vuelo a Nueva York. ¿Entendido?
Jackie no esperó una respuesta. Decidiendo que ya había pasado bastante tiempo en el umbral, pasó a su lado sin hacerle el menor caso hacia el interior de la casa con Tiny pisando sus talones.
-Tu seguridad aquí es inexistente -informó Jackie, echando un vistazo a cada sitio que atravesaba por el pasillo-. Tu puerta delantera está abierta de par en par. Tanto como nosotros pudimos entrar, cualquiera podría hacerlo.
-La seguridad de mi casa no está incluida en la cuestión -Vincent Argeneau sonaba irritado, notó, aparentemente recuperado del shock que le había causado al relatarle toda su vida hasta la fecha.
-Lo estará, créeme -anunció Jackie, y después precisó-: Ahora que has estancado el trabajo de las productoras, tu saboteador ha perdido su blanco original. Buscará otro, y tu hogar es el primer lugar que le vendrá en mente.
Jackie echó un vistazo al final del pasillo, alcanzando el otro extremo y no se sorprendió al verlo mirar fijamente con una sombra de preocupación la puerta principal. No había oído el susurro de la cerradura cuando él la había cerrado hacía unos momentos. Él ahora se volvía nuevamente a la cerradura y ella se sonrió a sí misma mientras empujaba la puerta de la cocina.
Tiny esperaba dentro de la habitación abriendo y cerrando puertas de armarios, mientras Jackie atravesaba todo el lugar, esperando a que Vincent la alcanzara. Ella miraba fijamente el refrigerador vacío cuando él entró apresuradamente en el cuarto.
-Tienes demasiado vidrio en esta casa -comentó-. Puertas francesas, puertas de vidrio desplazables y ventanas de lujo. Dime que, al menos, tienes un sistema de seguridad en alguna de ellas.
La vacilación que percibió en sus facciones fue suficiente respuesta.
-¿Qué es lo que buscas? -preguntó Vincent, en lugar de admitir que no tenía ningún sistema de alarma.
Jackie se encogió de hombros.
-Si Tiny y yo vamos a permanecer aquí tengo que saber lo que necesitaremos. Según lo esperado, no tienes nada de alimento en esta casa, sin mencionar los platos, los cubiertos y demás -agregó secamente.
Cerrando la puerta del refrigerador, ella dio un vistazo a su ayudante.
-Lo mejor será que comiences a hacer una lista, Tiny. Escribe todo lo que necesitamos.
-¿Van a quedarse aquí? -soltó Vincent, horrorizado.
-Si no hubieras parado la producción, estaríamos alquilando en alguna parte y tomando posiciones en alguno de los puestos como agentes encubiertos para analizar los alrededores. Pero, puesto que cancelaste todos los trabajos e hiciste lo que quisiste con los puestos disponibles, tendremos que permanecer aquí y conseguir una tapadera diferente -ella se dio la vuelta para ubicarse frente a él-. Tengo entendido que no tienes asistente personal, ¿la tienes?
-No -contestó Vincent renuente.
-Ahora la tienes -informó ella. Gesticuló algo a Tiny y luego añadió-: Y también tienes a un nuevo cocinero y ama de casa.
Vincent la miró fijamente y después echó un vistazo a Tiny que cabeceó solemnemente.
Dándole tiempo para adaptarse a los cambios que iban a realizar en su vida, Jackie se dirigió hacia la puerta de la cocina.
-Voy a hacer algunas llamadas. Doy por hecho que puedo usar el teléfono de tu oficina, ¿no?
-Sí, por supuesto -las palabras sonaban casi automáticas mientras él trataba de asimilar todo lo que estaba ocurriendo.
-¿Quieres que desempaque? -le preguntó Tiny cuando pasó a su lado.
-Sí, por favor. Y también necesitaré mi cartera que está en el coche. Después de que haga las llamadas, pasaré por las habitaciones del segundo piso. Si no estoy en la oficina, me encontrarás arriba.
-Entendido, jefa -murmuró Tiny al tiempo que ella salía de la cocina.
Vincent no la observó esta vez, y Jackie dejó caer sus hombros mientras iba por el pasillo.


-Fuiste muy dura con él -comentó Tiny una vez que alcanzaron la puerta que ella, anteriormente, había espiado a través de la oficina.
Jackie se encogió de hombros.
-Ese hombre necesitaba una llamada de atención. Cuando llegan a cierta edad, creen que son indestructibles. Éste lugar es el sueño de un ladrón. Es una verdadera suerte que no le hayan robado, o atacado... Y ahora hay alguien ahí afuera que está persiguiéndolo. No tenemos el suficiente tiempo para manejarlo con guantes de seda. Tenemos que asegurar este lugar lo más rápido posible para poder centrarnos en el rastreo del saboteador.
-Y él era el grosero por cerrar la puerta en nuestras caras -agregó Tiny secamente, haciendo que sus labios se curvaran en una sonrisa. El gigante raramente la dejaba mentirse a sí misma.
--admitió Jackie-. Fue un grosero. Y puso en duda que yo pudiera hacer bien mi trabajo. Lastimó mi orgullo y me aseguré de que se replanteara esa cuestión.
-¿Crees que la está replanteando? -preguntó Tiny.
-Creo que está deseando no haber llamado nunca a Bastien para pedirle que encontrara a un asistente que lo ayudara con este problema -respondió con una sonrisa satisfecha.
-Si él está disgustado, entonces nuestro trabajo está hecho -dijo Tiny solemnemente.
-Supongo -convino Jackie con voz cansina, pero riendo suavemente entre dientes mientras que Tiny salía en busca del coche y ella se dirigía a la oficina.
La capacidad del gigante para bromear con ella sin ninguna expresión era inestimable, y le había agradecido a Dios muchas veces por tal compañero. Jackie sospechó que iba a necesitar mucho, mucho tiempo antes de pasar de este trabajo.
Suspirando, se dejó caer en la silla del escritorio y miró fijamente el teléfono. Era inalámbrico, y ahora que lo observaba, el receptor estaba vacío. Jackie recordó que Vincent había estado hablando por teléfono cuando abrió la puerta. Lo que significaba que aún tenía el teléfono.
Sacudiendo su cabeza, se irguió otra vez y estudió el escritorio, deteniéndose brevemente cuando Vincent Argeneau apareció repentinamente con el teléfono en la mano. Después de una leve vacilación, Jackie se adelantó y lo alcanzó, pero él la sostuvo antes de que pudiera tomarlo.
-Me disculpo por mi rudeza al cerrarte la puerta en la cara. Me temo que recién me había despertado y no estaba completamente conciente... y, según la información que Bastien me había dado, aún contaba con otra media hora antes de que llegaran.
-Nuestro vuelo salió con buen tiempo. Aterrizamos más temprano -explicó Jackie.
Vincent Argeneau asintió.
-Bien, me sobresalté al saber que estaban en camino, y después me asusté aún más al ver que eres mortal. Bastien no me había advertido y asumí que uno de los nuestros se ocuparía de la situación.
Jackie dudó, pero luego relajó los hombros y asintió.
-Disculpa aceptada.
-Grandioso. Entonces quizás podamos comenzar otra vez -lanzó el teléfono y levantó su mano con una sonrisa conciliatoria-. Hola, mi nombre es Vincent Argeneau. Tú debes ser la asombrosa Jackie Morrisey que mi primo ha mandado para salvar mi bacón. Es un placer conocerte. Agradecería cualquier ayuda que puedas brindarme sobre este asunto. Bienvenida a mi casa.
Jackie automáticamente le dio la mano. Al sentir el contacto entre sus dedos, una corriente de estremecimientos la sobresaltó. Asustada, tiró rápidamente de su mano para romper el contacto.
Las palabras salieron tan rápido de sus labios que ella no pudo contenerlas:
-Quisiera que alguien viniera para instalar un sistema de seguridad apropiado. Te costará mucho dinero. Si tienes algún problema con eso... -su voz fue desapareciendo cuando él asintió.
-Si lo consideras necesario, sin ninguna duda, arréglalo. Descartando eso, quizás puedas concentrarte en mi saboteador. Me doy cuenta ahora de que he sido algo flojo con esas cosas. Supongo que soy afortunado al no haber sido robado o atacado. Gracias por la llamada de atención.
Jackie se puso rígida en cuanto reconoció las palabras que le había dicho a Tiny y, recordó tardíamente, que Vincent tenía un sentido del oído excepcional. También podían leer mentes, se recordó severamente. Tendría que tener cuidado estando cerca de él, e intentar esconder sus pensamientos. Ese era un truco que ella había aprendido hacía años. Su gente podía leer mentes, pero -afortunadamente- sólo si tú pensabas en algo. Mantener la mente en blanco o recitar una tonta rima de niños era suficiente para obstaculizarlos.
Tendría que recordar eso cada vez que estuviera cerca de ese hombre.
-Te dejaré con tus llamadas telefónicas para darme una ducha y vestirme.
Sus palabras llamaron la atención de Jackie hacia su pecho desnudo y ella parpadeó sorprendida, preguntándose cómo no había notado eso antes. El hombre estaba allí, su cabello oscuro revuelto de manera somnolienta, y usando nada más y nada menos que unos pantalones de pijama azul oscuro. Eso la dejó noqueada, pálida ante la visión de su pecho. Jackie había estado tan enojada por su comportamiento en la entrada que, incluso, no había notado su estado de desnudez. O la belleza de los cincelados rasgos de su cara y sus ojos entre plateados y azules.
Sorprendente, pensó con incredulidad.
-Una vez que acabes con el personal de seguridad, te llevaré a ti y a Tiny a comprar las cosas que necesitarán en la cocina durante su estancia -anunció él-. Ahora, si me disculpas...
Girando sobre sus pies, Vincent Argeneau dejó la habitación. Jackie se transladó hasta la puerta y lo examinó. Su mirada se deslizó con interés sobre la musculatura de su espalda y las partes inferiores que ocultaban los pantalones de su pijama, mientras él subía las escaleras. Dándose cuenta de lo que estaba haciendo, sacudió su cabeza y dio la vuelta rápidamente para volver al escritorio.
-No vayas por ahí -se reprendió Jackie a sí misma, mientras buscaba en la guía telefónica los números de las agencias de seguridad locales-. Lo último que necesitas es sentirte atraída por un vampiro. Sigue por ahí, has eso y tendrás cicatrices para probarlo.
-Hablándote a ti misma otra vez. Esa siempre es una mala señal para un trabajo.
Jackie iba a dirigirle unas palabras a Tiny, pero al verlo permanecer en el umbral, sosteniendo una larga caja en sus manos, preguntó:
-¿Qué es eso?
-Una entrega de A.B.B. El delivery lo dejó justo cuando yo salía del coche.
-¿A.B.B.? -Jackie hizo una mueca, sabiendo que sería la sangre que Bastien había enviado del banco de sangre Argeneau para que su madre pudiera alimentarse mientras estuviera allí. Le había advertido que Margarite Argeneau volaría para atender a Vincent, ya que ella aseguraba que se encontraba solo y deprimido, pues contemplaba en solitario cómo sus primos habían encontrado a sus compañeros de vida. Jackie no pensó que estuviera deprimido pero, por otra parte, apenas conocía a ese hombre.
Tiny se movió, y cuando ella le echó un vistazo, él sostuvo su mirada. Luego ella examinó la caja, la cual no cabía duda de que era un refrigerador lleno de bolsas de sangre, decidiendo que ese trabajo, probablemente, iba a ser un ensayo. Ellos, normalmente, no tenían que vivir próximos a los inmortales, ni presenciar sus hábitos alimenticios. Dudaba de que lo quisiera realmente.
Suspirando, Jackie encontró el número de una agencia de seguridad en la agenda y comenzó a marcar.
-Ponlo en la cocina para que él sepa que está aquí. Que haga con eso lo que quiera.
Asintiendo con la cabeza, Tiny abandonó el cuarto mientras ella esperaba a que la atendieran.

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